Citas de Caballo de Troya Jerusalén
Seguían en el fondo de la bolsa, cubiertos por las minitoallas verdes que yo suelo «tomar prestadas» en los hoteles donde acierto a cobijarme y que, siguiendo la costumbre de mi maestro y compadre Fernando Múgica, suelo utilizar para evitar los choques y roces entre cámaras y objetivos
¿es que aún no has comprendido que ningún profeta es recibido en su pueblo y que ningún médico cura a los que le conocen?
El mundo no es digno de aquel que se encuentra a si mismo…
la verdadera sabiduría sólo puede nacer en el corazón que ha llegado a ser como el polvo
El padre puede ver la inmadurez del hijo por medio de su propia madurez: la experiencia más madura del viejo
El «refrigerio» que habían empezado a servir los esclavos constaba, entre otras «minucias», de erizos de mar y ostras traídas expresamente desde los criaderos artificiales del lago Lucrina; de pollas cebadas y engrasadas sobre empanadas de ostras y otros mariscos como os llamados por Poncio «bellotas de mar» (negras y blancas)
¿hubiera aprobado el Hijo del Hombre la intricada maraña de leyes, normas y códigos que han regido y siguen rigiendo los destinos de las iglesias y que, en el fondo, no son otra cosa que una asfixiante burocracia secular, agazapada bajo pretextos espirituales y sagrados más o menos claros?
le golpeó en pleno rostro, derribándole y dejándole como muerto. (Aquella reacción encajaba, desde luego, en la violencia que, en ocasiones, estallaba en los grandes tímidos. Y el Iscariote lo era.)
Citas del libro «Caballo de Troya I: Jerusalén» de J.J. Benínez.