El oso perdido
Había una vez un gran oso llamado Bruno que vivía en el bosque rodeado de su familia y amigos. Un día, mientras caminaba en busca de frutos y miel, se desvió del camino y se perdió en la ciudad. Estaba asustado y confundido, nunca había visto tantos edificios y personas en su vida.
Bruno intentó volver al bosque, pero todas las calles parecían iguales y no sabía hacia dónde ir. Las personas que lo veían se asustaban y corrían, lo que hacía que Bruno se sintiera aún más solo y triste.
Pero afortunadamente, un grupo de niños lo vio y se dieron cuenta de que estaba perdido. Los niños eran muy valientes y no tenían miedo del oso. Le ofrecieron algo de comer y bebida y le preguntaron si necesitaba ayuda.
Bruno se sintió muy agradecido por el amor y la amabilidad de los niños. Les explicó que estaba perdido y que necesitaba volver al bosque. Los niños, que conocían la ciudad como la palma de su mano, se ofrecieron a ayudarlo a encontrar el camino de vuelta.
Juntos, Bruno y los niños recorrieron la ciudad, cruzaron calles, parques y edificios altos. Los niños le enseñaron los puntos de referencia y le explicaron cómo orientarse en la ciudad. Finalmente, después de muchas horas, encontraron el camino de vuelta al bosque.
El oso estaba tan agradecido por la ayuda de los niños que decidió devolverles el favor. Les enseñó cómo vivía en el bosque, cómo recolectar frutos y miel, y les mostró a sus amigos animales. Los niños se divirtieron mucho y aprendieron mucho de la vida en el bosque.
Desde ese día, Bruno se sintió más seguro y confiado en sus caminatas por el bosque, y siempre recordó la amistad y la ayuda de los niños de la ciudad. Y los niños, por su parte, aprendieron que, a pesar de nuestras diferencias, siempre podemos ayudarnos unos a otros y hacer nuevos amigos.