La amiga sirena
Había una vez una niña llamada Luna que le encantaba el mar. Todos los veranos iba con su familia a la playa y pasaba horas nadando, buceando y jugando con las olas. Luna se sentía feliz en el agua y le gustaba observar los peces y las algas.
Un día, mientras exploraba el fondo marino con sus gafas y su tubo, vio algo que le llamó la atención. Era una cola de pez de color rosa brillante que sobresalía entre unas rocas. Luna se acercó con cuidado y descubrió que se trataba de una sirena.
La sirena era preciosa. Tenía el pelo largo y rubio, los ojos azules como el cielo y la piel suave como la seda. Al ver a Luna, le sonrió y le hizo un gesto para que se acercara más. Luna se quedó sin palabras. Nunca había visto una sirena de verdad.
Las dos se presentaron y empezaron a charlar. La sirena se llamaba Perla y vivía en el reino de las sirenas, bajo el mar. Le contó a Luna muchas cosas sobre su mundo y sus costumbres. Luna le contó a Perla sobre su vida en la tierra y sus aficiones.
Las dos se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Les gustaba nadar, cantar, leer cuentos y coleccionar conchas. Se hicieron amigas al instante y decidieron quedar todos los días para jugar y aprender juntas.
Luna descubrió que Perla tenía un poder especial: podía convertir su cola de pez en piernas cuando salía del agua. Así podía acompañar a Luna a la orilla y conocer su mundo. Luna también tenía un secreto: podía respirar bajo el agua gracias a un collar mágico que le regaló su abuela.
Así pasaron muchos días felices, compartiendo sus mundos y sus aventuras. Luna aprendió muchas cosas del reino de las sirenas y de sus habitantes. Aprendió a respetar el mar, a cuidar el medio ambiente, a usar la magia y a ser más solidaria. Perla aprendió muchas cosas del mundo de los humanos y de sus culturas. Aprendió a caminar, a vestirse, a usar la tecnología y a ser más curiosa.
Luna y Perla crecieron siendo unas niñas felices y amigas inseparables.