El conejo volador
Había una vez un conejo llamado Nube que tenía un sueño: quería volar y surcar los cielos. Le encantaba ver a los pájaros volar y cantar, y se imaginaba cómo sería sentir el viento en su cara y la libertad en su corazón. Quería ver el mundo desde las alturas y vivir aventuras.
Pero había un problema: Nube era un conejo y los conejos no podían volar. Los conejos solo podían saltar y correr por el campo, comiendo zanahorias y esquivando zorros. No tenían alas ni plumas ni nada que les permitiera volar.
Nube se sentía triste e insatisfecho. No entendía por qué no podía cumplir su sueño. Él no era como los demás conejos, que se conformaban con su vida sencilla y tranquila. Él quería algo más. Quería volar.
Un día, mientras paseaba por el campo, encontró un periódico viejo que alguien había tirado. Lo cogió y lo miró con curiosidad. Vio fotos de aviones, globos, helicópteros y otras cosas que volaban. Se le ocurrió una idea.
Decidió construirse unas alas de papel con el periódico. Cortó dos trozos grandes y los dobló en forma de alas. Luego los pegó con cinta adhesiva a su espalda. Se puso las alas y se sintió feliz y emocionado. Estaba seguro de que podría volar con ellas.
Nube buscó un lugar alto desde donde lanzarse al vuelo. Vio una colina cerca de su madriguera y decidió subir a ella. Se colocó en la cima y miró al cielo. Respiró hondo y se preparó para saltar.
Pero justo cuando iba a hacerlo, oyó una voz que lo detuvo.
—¡Nube! ¡Nube! ¡Espera! —era su amigo Pico, un pájaro azul que siempre lo acompañaba.
Pico llegó volando hasta él y lo vio con las alas de papel.
—¿Qué haces, Nube? ¿Qué son esas cosas que llevas en la espalda? —le preguntó Pico.
—Son mis alas, Pico. He decidido cumplir mi sueño de volar —respondió Nube.
—¿Volar? ¿Con esas alas de papel? ¡Estás loco, Nube! ¡Esas alas no te servirán para nada! ¡Se romperán en cuanto saltes! ¡Te caerás al suelo y te harás daño! —dijo Pico.
—No digas tonterías, Pico. Estas alas son perfectas para volar. Son ligeras, resistentes y bonitas. Con ellas podré surcar los cielos como tú —dijo Nube.
—Nube, escúchame bien. Tú eres un conejo y los conejos no pueden volar. No importa lo que te pongas en la espalda o lo que hagas para intentarlo. No puedes cambiar tu naturaleza ni tu destino —dijo Pico.
—Pues yo creo que sí puedo, Pico. Yo creo que si uno tiene un sueño y lucha por él, puede conseguirlo. Yo creo que puedo volar —dijo Nube.
—Está bien, Nube. Haz lo que quieras. Pero no digas que no te avisé —dijo Pico.
Y dicho esto, se alejó volando.
Nube ignoró las palabras de Pico y se dispuso a saltar de nuevo.
Pero justo cuando iba a hacerlo, oyó otra voz que lo detuvo.
—¡Nube! ¡Nube! ¡Espera! —era su amiga Flor, una mariposa rosa que siempre lo acompañaba.
Flor llegó volando hasta él y lo vio con las alas de papel.
—¿Qué haces, Nube? ¿Qué son esas cosas que llevas en la espalda? —le preguntó Flor.
—Son mis alas, Flor. He decidido cumplir mi sueño de volar —respondió Nube.
—¿Volar? ¿Con esas alas de papel? ¡Estás loco, Nube! ¡Esas alas no te servirán para nada! ¡Se mojarán con la lluvia o se quemarán con el sol! ¡Te caerás al suelo y te harás daño! —dijo Flor.
—No digas tonterías, Flor. Estas alas son perfectas para volar. Son ligeras, resistentes y bonitas. Con ellas podré surcar los cielos como tú —dijo Nube.
—Nube, escúchame bien. Tú eres un conejo y los conejos no pueden volar. No importa lo que te pongas en la espalda o lo que hagas para intentarlo. No puedes cambiar tu naturaleza ni tu destino —dijo Flor.
—Pues yo creo que sí puedo, Flor. Yo creo que si uno tiene un sueño y lucha por él, puede conseguirlo. Yo creo que puedo volar —dijo Nube.
—Está bien, Nube. Haz lo que quieras. Pero no digas que no te avisé —dijo Flor.
Y dicho esto, se alejó volando.
Nube ignoró las palabras de Flor y se dispuso a saltar de nuevo.
Pero justo cuando iba a hacerlo, oyó otra voz que lo detuvo.
—¡Nube! ¡Nube! ¡Espera! —era su amigo Salto, una rana verde que siempre lo acompañaba.
Salto llegó saltando hasta él y lo vio con las alas de papel.
—¿Qué haces, Nube? ¿Qué son esas cosas que llevas en la espalda? —le preguntó Salto.
—Son mis alas, Salto. He decidido cumplir mi sueño de volar —respondió Nube.
—¿Volar? ¿Con esas alas de papel? ¡Estás loco, Nube! ¡Esas alas no te servirán para nada! ¡Se romperán con el viento o se despegarán con el sudor! ¡Te caerás al suelo y te harás daño! —dijo Salto.
—No digas tonterías, Salto. Estas alas son perfectas para volar. Son ligeras, resistentes y bonitas. Con ellas podré surcar los cielos como tú —dijo Nube.
—Nube, escúchame bien. Tú eres un conejo y los conejos no pueden volar. No importa lo que te pongas en la espalda o lo que hagas para intentarlo. No puedes cambiar tu naturaleza ni tu destino —dijo Salto.
—Pues yo creo que sí puedo, Salto. Yo creo que si uno tiene un sueño y lucha por él, puede conseguirlo. Yo creo que puedo volar —dijo Nube.
—Está bien, Nube. Haz lo que quieras. Pero no digas que no te avisé —dijo Salto.
Y dicho esto, se alejó saltando.
Nube ignoró las palabras de Salto y se dispuso a saltar de nuevo.
Esta vez nadie lo detuvo ni le dijo nada. Todos sus amigos se habían ido y lo habían dejado solo en la colina. Nadie creía en él ni en su sueño.
Nube se sintió triste y solo. Se preguntó si sus amigos tenían razón y si él estaba equivocado. Se preguntó si realmente podía volar o si solo era una ilusión.
Pero luego recordó su sueño y su pasión por volar. Recordó todas las veces que había visto a los pájaros volar y cantar, y cómo se había sentido feliz e inspirado por ellos. Recordó todas las cosas que quería ver y hacer desde el aire.
Y entonces decidió seguir adelante con su plan. Decidió saltar y probar sus alas de papel. Decidió creer en sí mismo y en su sueño.
Nube respiró hondo y se preparó para saltar. Se colocó en la cima de la colina y miró al cielo. Se dijo a sí mismo que podía hacerlo. Se dijo a sí mismo que podía volar.
Y entonces saltó.
Saltó con todas sus fuerzas y extendió sus alas de papel. Sintió el viento en su cara y la libertad en su corazón. Sintió que se elevaba por el aire y que surcaba los cielos.
Nube estaba volando.
Nube no podía creer lo que estaba pasando. Estaba cumpliendo su sueño de volar. Estaba viendo el mundo desde las alturas y viviendo aventuras.
Nube se sintió feliz y orgulloso. Había logrado lo imposible. Había demostrado a todos que se equivocaban. Había demostrado que los conejos podían volar.
Nube voló por el cielo, admirando todo lo que le rodeaba. Vio las nubes, el sol, las montañas, los ríos, los campos y los bosques. Vio a los pájaros, a las mariposas, a las abejas y a otros animales voladores. Vio a sus amigos desde arriba y les saludó con una sonrisa.
Sus amigos lo vieron desde abajo y se quedaron boquiabiertos. No podían creer lo que veían. El conejo estaba volando con unas alas de papel. Era increíble.
Sus amigos se dieron cuenta de que se habían equivocado con él. El conejo no estaba loco ni era un iluso. Era un soñador y un valiente. Era un conejo volador.
Sus amigos se alegraron por él y le pidieron perdón por haberlo juzgado mal y haberlo abandonado. Le ofrecieron su apoyo y su amistad.
Nube aceptó sus disculpas y les agradeció su gesto. Les dijo que no había problema y que seguían siendo sus amigos. Les invitó a subir a la colina y probar sus alas de papel.
Sus amigos aceptaron su invitación y subieron a la colina con él. Nube les prestó sus alas de papel y les enseñó cómo usarlas. Les dijo que creyeran en sí mismos y en sus sueños.
Sus amigos hicieron caso a Nube y saltaron con él. Sintieron el viento en su cara y la libertad en su corazón. Sintieron que se elevaban por el aire y que surcaban los cielos.
Sus amigos estaban volando.
Sus amigos no podían creer lo que estaba pasando. Estaban cumpliendo su sueño de volar. Estaban viendo el mundo desde las alturas y viviendo aventuras.
Sus amigos se sintieron felices y orgullosos. Habían logrado lo imposible. Habían demostrado a todos que se equivocaban. Habían demostrado que los conejos podían volar.
Nube y sus amigos volaron juntos por el cielo, compartiendo su sueño y su pasión por volar. Se divirtieron mucho y aprendieron mucho.
Nube y sus amigos crecieron siendo unos conejos felices y voladores.